Pero no todos los ácidos grasos son igual de saludables. Los hay de dos tipos, saturados, cuyo consumo está relacionado con la aparición de enfermedades cardiovasculares. El aceite de palma, por ejemplo, es rico en ácidos grasos saturados y se emplea mucho en alimentos envasados, como bollería industrial, precocinados, etc.
Por otro lado, tenemos los ácidos grasos insaturados, que a su vez pueden ser mono y poliinsaturados. Su consumo aporta múltiples beneficios al organismo. El ácido oleico del aceite de oliva y frutos como el aguacate, nueces, avellanas, etc. son su mejor exponente.
En concreto, del 99% de los ácidos grasos que componen el aceite de oliva, entre un 63 y 83% corresponden al ácido oleico. Lo que implica que el aceite de oliva aporta a nuestro organismo todos los beneficios del ácido oleico, que son estos:
- Ayuda a disminuir las lipoproteínas de baja densidad, LDL, es decir el colesterol denominado ‘malo’.
- Contribuye a reducir la presión arterial. Previene frente a la hipertensión.
- Es eficaz, por tanto, contra la aparición de enfermedades cardiovasculares.
- Reduce la resistencia a la insulina
- Previene del riesgo de padecer artritis reumatoide
- Contribuye a un aumento de las defensas por el mayor desarrollo de los linfocitos y el aumento de activación de los mismos.
- Posee efectos beneficiosos en la regulación del metabolismo de los lípidos, por lo que ayuda a mantener un peso equilibrado.
Por tanto, podemos decir que el aceite de oliva es el aceite con mayor contenido en ácido oleico, y constituye por méritor propios la grasa más saludable del mundo.