Es nuestro país quien debería recoger el testigo de este liderazgo. Nos sobran motivos. España es el mayor productor y exportador mundial de aceite de oliva. Hoy en día, la grasa más saludable. Cada día asistimos al descubrimiento de un beneficio más aportado por el aceite de oliva. Junto a países del entorno, España es cuna de la dieta más saludable, la Mediterránea. La Unesco la declaró como Bien Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y como la forma adecuada para combatir la malnutrición y la obesidad.
En un país así, importamos unas 400.000 toneladas/año de aceite de palma. ¿En serio, vamos a perder terreno a favor de una grasa, mal llamada aceite, que resulta perjudicial para la salud, causa deforestación, desplazamiento de poblaciones indígenas y riesgo de extinción de especies como el orangután?
La respuesta debería de ser No. Tenemos la autoridad suficiente como para encabezar una estrategia de tal peso. Ahora sólo falta que las autoridades competentes asuman la carga. ¿Cómo? mediante la puesta en práctica de medidas que sirvan de ejemplo a otros países y sean encauzadas a través de la UE para su aplicación.
Medidas que pongan límites a la importación de aceite de palma y a la distribución de productos alimentarios que lo contengan; que regulen el porcentaje de concentración y que obliguen a un etiquetado más claro, en el que con LETRAS GRANDES y visibles diga si el producto contiene grasas perjudiciales y en qué cantidad. Y medidas que fomenten la concienciación social y una educación asentada en los hábitos saludables de la Dieta Mediterránea.
A lo que habría que añadir la regulación del uso de nombres que encubren el contenido en aceite de palma. Aceite de palmiste, grasa vegetal fraccionada e hidrogenada de palmiste, sodium palmitate, estearina de palma, oleína de palma o manteca de palma, por ejemplo.
Algunas medidas ya se han puesto en práctica
Lo cierto es que algunas entidades ya han comenzado a tomar medidas. La mayoría parlamentaria del congreso aprobó en abril una proposición no de ley para retirar de forma progresiva los productos con aceite de palma en colegios, centros de salud e instalaciones deportivas. Esta iniciativa siguió a la impulsada por el Parlamento Europeo que pedía restringir la importación de aceite de palma. Su consumo pasó de las 270.000 toneladas en el 2000 a los 3 millones en 2016(!) y su cultivo crece un 10% al año, provocando deforestación en los países productores, mayoritariamente Malasia, Indonesia, Africa y Sudamérica.
Ante el revuelo causado, la cadena de alimentos ecológicos, SuperSano, retiró todos los productos con aceite de palma y el consumidor le recompensó aumentando un 20% sus ventas. Junto a ella, las principales cadenas de distribución españolas también manifestaron que iniciarían acciones para eliminar este ingrediente de sus marcas propias.
Y, en Italia, la mayor cadena de supermercados, Coop, eliminó el aceite de palma de todos sus productos de marca propia, y la marca de pasta, Barilla, también lo ha desterrado.
La sustitución del aceite de palma cuesta millones de euros
Sin embargo, otros fabricantes luchan contra corriente. Aducen razones de sabor y consistencia de producto para no retirarlo. Pero lo más realista sería decir que la sustitución de esta grasa por otra más saludable cuesta millones de euros.
Entre ellos los que promocionan la tostada de crema de cacao como un estupendo desayuno infantil. Frente a una tostada de aceite de oliva¿¿?? Por favor, ¿qué análisis nutricional iba a pasar la primera opción con respecto a la segunda?
Pero es que claro, el aceite de palma es la grasa más consumida en el mundo y la más barata. La tonelada cuesta unos 650 euros, mientras que la de girasol 900 y la de oliva 3.500 euros.
Por ello, ya se investigan otras alternativas que ofrecen las mismas cualidades de sabor, consistencia y textura del aceite de palma. Algunos apuntan a los frutos de árboles tropicales como el hueso de mango o el mangostán. Una grasa rica en ácido esteárico.
En España, el CSIC, a través de su Instituto de la Grasa, ha desarrollado una variedad de girasol para generar aceite también con alto contenido en este ácido.
Por tanto, alternativas hay y seguirán descubriéndose más, porque la sociedad y la salud lo demandan. Sin embargo, antes de que esto ocurra, el consumidor debería tener siempre la opción de elegir, a través de etiquetas claras y letra visibles, entre lo más saludable y lo menos saludable.
Autor: Laura Sandúa, gerente de Aceites Sandúa